EL ARTE QUE ELIGES TAMBIÉN TE ELIGE A TI

 Cuadernos de un Artista Libre – Capítulo 2

A menudo pensamos que el arte vive únicamente en los museos, en los talleres de los artistas o en las galerías. Pero hay una verdad mucho más íntima y poderosa: el arte vive también en los lugares donde lo elegimos habitar.

Esa obra que decides colgar en tu salón. Esa imagen que te acompaña en tu rincón de trabajo. Ese cuadro que, sin saber por qué, te llamó la atención y no pudiste dejar de mirar. Todo eso también es arte. Y también habla de ti.

Porque el arte que eliges no es solo decorativo. Es emocional. Es simbólico. Es una elección silenciosa que refleja tus valores, tus anhelos, tus recuerdos o tu manera de ver la belleza.

A veces no sabemos explicarlo con palabras, pero una obra conecta con algo dentro de nosotras. Es como si reconociera una parte oculta o dormida que solo esperaba ser nombrada.

Y por eso digo que coleccionar arte también es un acto de cuidado personal. Un acto de afirmación. De identidad. De presencia.

No se trata de tener muchas obras, ni de que encajen con el sofá. Se trata de dejar que el arte te acompañe, te refleje y, en cierto modo, te ayude a habitarte con más verdad.

A las personas que eligen una obra mía para su hogar, a menudo les pregunto qué sintieron al verla. La mayoría no me habla de técnica ni de colores. Me hablan de un “algo” que no pueden explicar. Un gesto. Una emoción. Un recuerdo. Una belleza que no sabían que andaban buscando.

Y me maravilla eso. Porque entonces entiendo que el arte no solo se pinta, también se elige. Y que esa elección también es una forma de creación.

Este capítulo será también parte del prólogo del primero de mis Cuadernos para Coleccionistas. Porque el arte que eliges también te elige a ti. Y eso es un acto profundamente bello.

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